jueves, 30 de enero de 2014

A momentos


Ella, una niña estupenda, un buen partido, quizás demasiado bueno para él, nunca reconocerá lo que siente, no de nuevo, nunca se rebajará ni se tragará su orgullo, le observa tras unas oscuras gafas de sol mientras el se dispone a entrar en la fiesta, bajo su intento de ser dura sigue siendo la misma, apura el cigarro mientras el se acerca, no le gusta que fume, pero el ya no se preocupa por ella, ya se ha vuelto invisible.
Se da la vuelta y dirige los pasos hacia la barra, pide lo de siempre, algo fuerte, quizás para olvidar, quizás para saborear, mientras la espera, nota que algo roza su espalda, es él, que viene a saludar, tan radiante y sonriente como siempre.
El odio que ella intentaba retener, se esfumo en cuanto vio sus facciones marcadas. No cruzan mas de dos palabras, es todo lo que puede hacer antes de derrumbarse.
Llega la copa, al fin, hace uso de sus piernas y se va a la pista de baile, disfruta de la música, de la compañía y del olor a verano que poco a poco se agota, sonríe, canta, bebe, ríe, pero tocan su canción y chilla, pero se acuerda de que la bailo con él y cual imán busca su mirada hasta encontrarla y ahí esta él, con un vaso, algo sin alcohol probablemente, le sonríe sigue bailando, pero él la agarra por detrás frenando su baile, se miran pero pronto ella se da cuenta de que no sienten lo mismo, sus sonrisas no son para ella, mira por encima del hombro y ve a la chica que dejó en la barra, sonríe y alega una mala excusa, le da un beso en la mejilla y le hace prometer que cuidará de su juguete nuevo.
Da la vuelta y se dirige hacia la puerta, haciendo que sus tacones suenen lo mas fuerte posible, ocultando sus verdaderos sentimientos y mostrando todo el orgullo que tiene y una pequeña mueca de suficiencia.
Y vuelve la rutina de tener que odiarlo, a momentos.

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